No se hallará una mujer
a la que esto no le cuadre;
yo alabo al Eterno Padre,
no porque las hizo bellas,
sinó porque a todas ellas
les dió un corazón de madre.
Alzó los ojos al cielo
en sus lagrimas bañadas;
tenía las manos atadas,
su tormento estaba claro;
y me clavó una mirada
como pidiendome amparo.